Editorial Noviembre

Noviembre comenzó con huertos y panteones inundados de color naranja. Pero el color del cempasúchil no morirá a los pocos días del mes. 

El naranja es un color interesante desde el origen de su nombre, el cual proviene del sánscrito naranga (que se refería al árbol). Aquí nacen 2 teorías: la primera dice que naranga viene de la raíz dravídica para aromático; la segunda, nuestra favorita, dicta que aquella palabra quiere decir “veneno para elefantes”, esto debido a una antigua leyenda que contaba que un elefante, por pura glotonería, acabó muriendo de tanto comer el dulce fruto que nacía de aquellos árboles.

 Sea cual sea su origen, el naranja, creemos en Guía oca, es un color perfecto para este mes: cálido, divertido, alegre y, para los budistas, la iluminación, el grado supremos de perfección. En las cocinas es un color característico del otoño; por lo que en estos días hablaremos de 2 clásicos de la temporada: las calabazas y las zanahorias. Y de otros varios platillos que con la ayuda del cempasúchil, huaxmoles y pipianes colorean la comida de anaranjado.

En cuanto a la mixología, es casi inevitable no mencionar el ámbar del negroni, un trago que a pesar de haber sido creado hace poco más 100 años en Italia, sigue siendo un imperdible en cualquier barra. O del vino naranja, un vino técnicamente nuevo creado a partir de la piel de la uva blanca. 

La cultura es otro tema íntimamente relacionado con este color. La economía naranja reúne a todas aquellas actividades que transforman las ideas en bienes y servicios culturales: desde museos y diseñadores hasta autocinemas. 

Finalmente, para nosotros, el naranja, el llamado “veneno para elefantes”, es pura glotonería. Y eso es justo lo que nos espera este noviembre.