¿Quién es Agnes Torres?

Día de la Visibilidad Trans

¿Quién es Agnes Torres?

“Mira íntimish, pensaba que me arreglaran el pelo aquí y dormir un poco sentada allá, porque en la mañana no creo que nadie quiera arreglarme, como es un cabello tan largo, se tardan horas”. El 13 de diciembre de 2011 Agnes me escribió ese mensaje desde Puebla, al día siguiente dos amigos nuestros se casarían en la Ciudad de México y evidentemente, ella estaba preocupada por lucir espectacular, como acostumbraba. No sólo iba a una boda, sino que prácticamente ella la oficiaría. Sí, una jueza casaría a nuestros amigos, pero al no estar presente la familia de ninguno de los dos, necesitábamos una figura familiar que nos uniera en aquel momento. Y por supuesto que Agnes era la respuesta.

Aunque la palabra comunidad es un concepto que se estira y afloja con el colectivo LGBT+, es un hecho que más allá de la experiencia que cada uno de nosotros atraviese, tendemos a formar nuestras propias familias, con nuestros usos y costumbres, con nuestros roces y nuestros momentos de intimidad. Y Agnes es mi familia.

De Agnes siempre me gusta hablar en presente, pues aunque fue asesinada en 2012 (y siempre insistiré en esa palabra, “asesinada”, porque nunca habrá nada que me la arranque), no hay día que no piense en ella. Y más aún, no hay día en el que su nombre no provoque algo.

Entre febrero y marzo de 2021, el nombre de Agnes Torres ha resonado aún con más fuerza en Puebla, y me atrevo a decir, en México.

Integrantes de colectivxs trans en el Zócalo de Puebla, tras la aprobación de la Ley Agnes, el 25 de febrero de 2021.

El pasado 25 de febrero  se aprobó en el Congreso poblano la #LeyAgnes, que permitirá a las personas trans tener documentos legales acordes a su identidad de género autopercibida, un proyecto en el que Agnes comenzó a trabajar en 2009.

Luego, el 23 de marzo, el día que hubiera sido su noveno cumpleaños 29 (no hay que creer la edad que se publica en otros medios), se develó una placa con su nombre en el Espacio de la Diversidad que se instaló en el Boulevard 5 de Mayo y la 31 Poniente. Y casi una semana después, el lunes 29, se le otorgó post mortem el Premio Natalia Serdán, que se le da a mujeres cuyo trabajo ha generado un cambio trascendental en Puebla.

Y vaya que Agnes cambió Puebla.

Lo hizo como psicóloga, como investigadora, como activista, como columnista, como figura de la noche y del mundo de la cultura en Puebla, como hija, como hermana y por supuesto, como amiga.

En el marco del Día de la Visibilidad Trans me parece más que pertinente conocerla en todas sus facetas y ver esa capacidad tan única de cambiar todo aquello que tocaba, desde cambiando la vida de una comunidad entera en la ciudad, pasando por los textos escritos por ella, la pista de baile, hasta ese sentido del humor tan único y ácido de ella, que ojalá mucha más gente hubiera podido conocer.

Hoy más que nunca es importante preguntarnos ¿Quién es Agnes Torres Hernández?

Agnes, hija y hermana

Agnes y la primavera siempre irán de la mano. Nacida un 23 de marzo en Tehuacán, Puebla, su hermana Gisela comenta que tenía “una inteligencia e imaginación extraordinarias” y que con ella “podía viajar en barco, en una construcción de cartón y sillas, compartir actos de escapismo al lado de la gran Houdini. Me enseñó a trepar balcones a saltar escalones con la seguridad de caer como gatas, sanas y salvas”.

Agnes reconocía la fortuna de haber sido criada por una mujer como Benicia Hernández, su madre, por quien tenía una devoción absoluta y en quien reconocía a una mujer fuerte, que las había sacado adelante tanto a ella como a su hermana.

“Tuvo muchos amigos en la secundaria y en la preparatoria, pero no muchos de ellos comprendieron y respetaron la decisión que más tarde mi hermana tomó”, agregaría Gisela, refiriéndose a la transición de Agnes que se dio durante su segundo año estudiando psicología en la Universidad Veracruzana (UV).

Tras un intento de ataque y recibir amenazas, Agnes deja de forma definitiva Tehuacán y se muda a Xalapa.

Agnes, psicóloga e investigadora

Agnes dando un taller en Puebla en 2008.

Fue aquí donde, en palabras de su hermana, Agnes “inició una lucha interminable”. Tanto alumnos como profesores de la institución hacían críticas de su aspecto. Incluso una vez finalizada su carrera (con mención honorífica, por cierto), la institución se negó a darle el título universitario que la reconocía por su nombre verdadero, bajo el argumento de estar “impedidos legalmente”.

Durante la ceremonia de graduación, Agnes fue nombrada por su deadname o nombre muerto (la identidad previa a su transición y que había dejado de usar hace mucho tiempo) y en un acto de dignidad, se negó a pasar por los documentos.

En sus años como estudiante, Agnes se interesó profundamente por las neurociencias pues buscaba evidencia científica que ayudara a cambiar el prejuicio que enfrentó durante la carrera y en la vida cotidiana. Ella consideraba que si bien la teoría ayudaba, se necesitaban hechos y cosas prácticas para realmente hacer un cambio.

Inauguración en enero de 2008 de Erósfera.

En el texto Agnes Torres, activismo con-ciencia, publicado en marzo de 2013 en el sitio Lado B, el periodista Josué Cantorán documenta cómo el trabajo de Agnes evolucionó desde su tesina de grado, Transexualidad de psique femenina hasta la ley que acabaría por llevar su nombre, manteniendo siempre la constante de encontrar herramientas para ayudar a la comunidad trans con problemas reales. “Lo que buscamos a través de la neurociencias es poder legislar en favor de las personas trans (…) Necesitamos evidencia que logre el reconocimiento de una identidad; sin eso, seguiremos estando en el encabezado de los asesinatos y de los desempleos”, recaba el texto respecto a la última entrevista que dio Agnes.

Posteriormente, en sus años en la capital de Puebla, Agnes continuaría investigando, escribiendo para diversos medios y brindando terapia psicológica, sobre todo a personas trans que encontraban en ella una profesional con un verdadero entendimiento de su experiencia.

En 2014 y tras dos años de presiones, la Universidad Veracruzana le entregaría un reconocimiento post mortem a Agnes “por su trayectoria universitaria dentro de la Facultad de Psicología campus Xalapa, así como por su lucha social en defensa de los derechos humanos de la comunidad LGBTI”. No dejo de pensar en el comentario ácido que seguramente hubiera dicho al respecto.

Agnes, activista

“Mi participación en la vida cotidiana tiene un enfoque en tratar de cambiar mi entorno [...]. Mi compromiso ha sido cambiar ciertas cosas que a mí no me gustan. Puedes participar para hacer tu comunidad mejor de formas muy sencillas [...]. Sé que las cosas sencillas pueden ser muy significativas en la vida de una comunidad”

Al llegar a la capital del Estado, Agnes se vincula con asociaciones como la Red Democracia y Sexualidad (DEMYSEX) y Erósfera, que luchaban por los derechos sexuales y reproductivos.

Si bien, el principal enfoque de Agnes siempre fueron los derechos de la comunidad trans, ella participó en muchas otras luchas que consideraba necesarias. Porque otra característica esencial de ella, que se ha mantenido incluso después de su muerte, era su congruencia.

“Hay tres elementos en este país que se discriminan”, decía en el video y proyecto La discriminación comienza por la boca: “uno es las personas indígenas; el segundo son las mujeres y el tercero es la diversidad sexual”. Por todos ellos, Agnes hizo algo.

En 2008 participó en la XVII Conferencia Mundial de VIH/SIDA llevada a cabo en la Ciudad de México y denunció la falta de políticas públicas en Puebla para prevenir el virus. En 2009, apoyó el derecho al aborto, como escribió Brahim Zamora para Manatí: “Ahí estaba ella, poniendo el cuerpo, con las compañeras, porque Agnes era generosa, feminista, solidaria, a favor del aborto legal”. En 2010, presentó una queja contra el entonces candidato del PRI, Javier López Zavala, por realizar un comentario transfóbico contra su contendiente, Rafael Moreno Valle. Aunque a ninguno de los involucrados aquello les hubiera afectado, Agnes lo hizo porque era lo congruente. “Hice escuchar mi voz, llegué al Congreso del Estado”, publicó en sus redes, y agregó: “a mi no me importa […] el candidato, pero sí me importa que no se vulnere el Estado Laico, ni que por creencias religiosas se discrimine”.

Cuando se le preguntaba por qué no iba a la Marcha de la Diversidad de la Ciudad de México, Agnes contestaba: “Mi marcha es todos los días”. Y así era. Bastaba acompañarla a un sitio que no fuera alguno de los acostumbrados y sentir el peso de las miradas sobre ella. Si eran por interés, morbo o rechazo no importaba, porque de todas formas ella cargaba con eso.

En 2009 comienza a trabajar una propuesta de ley que permitiría a la población trans contar con documentos que fueran acordes a su identidad sexogenérica y que finalmente presenta al Congreso en 2010.

Tras su asesinato, en junio de 2012 el Congreso de Puebla modifica el Código de Defensa Social para incorporar el término “crimen de odio”; pero de aquella ley que había presentado dos años antes y que trabajó tanto, nada.

Un año después se bautiza a esta ley con su nombre y es presentada por organizaciones y activistas una y otra vez, siendo rechazada, ignorada o congelada en cada ocasión.

Desde mediados de 2019, la diputada morenista Estefanía Rodríguez trabajó con colectivos y poblaciones trans para sacar de la congeladora la Ley Agnes. Tras un proceso arduo, múltiples intentos por retrasarla y argumentos de los que ella misma se hubiera burlado, la ley fue aprobada en lo general por el Congreso de Puebla el 25 de febrero.

Por supuesto que Agnes hubiera estado feliz por este logro. Seguramente habría estado extasiada. Pero también es probable que ella lo hubiera considerado como el primer paso de la enorme deuda que la ciudad tiene con la comunidad trans.

Su hermana, que la conoce mejor que nadie, me dijo a los pocos días de que se aprobara la ley: “que Agnes sea recordada con acciones, que se les concedan los derechos que a las personas trans les corresponden, sin burocracia, porque cada día libran una batalla para que sean reconocidos por quienes son”.

Agnes, amiga

Todas las cualidades que pueden reconocerse en sus otras facetas, Agnes las tenía también como amiga: cariñosa, fuerte, persistente (necia en ocasiones), inteligente (ergo, ese sentido del humor que sin duda es de lo que más extraño), solidaria, digna, apasionada y congruente, muy congruente.

Uno no puede pedir nada mejor en esta vida que amigos con congruencia.

Agnes y yo nos conocimos a finales de 2007, cuando ella y su hermana fueron a un concierto en el que participé. Ambos ya estábamos conscientes de la presencia del otro en el mundo y fue ella la que tomó acción y se plantó en Cholula para finalmente conocernos.

Aún recuerdo el primer abrazo que me dio. Porque esa es otra cosa que no suele mencionarse, pero sus abrazos eran tan honestos y cálidos como ella.

Como todas las amistades, la nuestra se construyó con confesiones, historias, anécdotas, chismes, noches de fiesta, risas, obviamente lágrimas y sobre todo, baile y música…mucha música. Agnes era tremenda melómana. Su gusto musical era vasto e impecable.  

Tenía la costumbre de descubrir una canción y pasármela para ponerla el siguiente fin de semana en nuestro querido Barfly, donde las noches de los viernes y algunos sábados entre 2009 y 2012, Agnes y yo nos apoderábamos de la barra para bailar.

Como DJ y amante de la música considero que nuestra cultura le da poco crédito al poder político que tienen la noche, la fiesta y la música. Y por supuesto que alguien como Agnes iba a hacer un cambio también ahí.

Agnes y un servidor en la barra del Barfly.

Aquellas noches del Fly y de muchas otras fiestas en las que estuvimos juntos se convirtieron en un espacio seguro para integrantes del colectivo LGBT+. Quienes asistían sabían que podían ser enteramente ellos.

Nos ha tomado casi una década, pero muchos de los que vivimos aquello apenas nos damos cuenta de lo importante que fueron esas noches comandadas por una mujer trans imponente, hermosa, dueña de su cuerpo y su sexualidad al frente de la noche cholulteca en su mayor apogeo.

No todo mundo tiene el valor de convertirse en aquello que quiere ser, y Agnes hizo eso con más pasión y decisión que cualquier otra persona que yo haya conocido.

Por eso Agnes atraía y sigue atrayendo e inspirando tanto. Y por eso también duele tanto que nos la hayan arrancado así, de una forma tan violenta.

Otra de las muchas facetas de Agnes, era como modelo. Foto: Jaime Romay. jairomay.com

Por eso mismo es importante recordarla hoy y siempre. Porque todos necesitamos esa amiga que se arregle “el pelo aquí y dormir un poco sentada allá”; todos necesitamos a esa familia que nos une en los días especiales, pero también, todos necesitamos de ese alguien que luche por nuestros derechos, que se preocupe por encontrar evidencia que haga un cambio real.

Pero –más importante aún– también necesitamos nosotros ser esa persona. Como bien decía Agnes: “basta ver qué están haciendo los demás por cambiar su realidad”.

Nota del editor: Este texto fue publicado originalmente el 31 de marzo de 2021 en el marco de Día de la Visibilidad Trans. A 4 meses de haber pasado la Ley Agnes, el 23 de junio de 2021 entró en vigor y se reconoció en los registros civiles de Puebla el trámite de “Acta de nacimiento de inscripción de registro de identidad de género autopercibida”. El 7 de marzo de 2022, la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) emplazó al Congreso de Puebla a corregir la Ley Agnes, para que el trámite sea accesible para menores de edad y que las infancias trans puedan ejercer su derecho a la identidad autopercibida. Al día de hoy más de 50 personas han logrado llevar a cabo este trámite.

Lamentablemente, los crímenes de odio en Puebla no se han detenido. 2022 inició con el asesinato de una mujer trans en la capital y en 2021 se registraron 32 transfeminicidios en México.

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