Girl Power Poblano: Ana Jimena Sánchez
Entrevista con la escritora y creadora del Festival Guacamaya
Se pasa la vida intentando responderse, aunque después de algunos años algo ha entendido ya. Su lance ha sido a intentar descubrir cómo puede trabajar con y vivir de diferentes –de las muchas– formas del lenguaje, y aunque cree que somos de muchos lugares, ha procurado poner su energía en el trecho de esa búsqueda, en proyectos que beneficien de alguna forma a ese lugar “re lindo” en el que vive y que la mantiene enamorada desde hace veinte años: Cholula.
Ana Jimena Sánchez se mueve impulsada por la convicción de que “hay muchas cosas que sentir, de que todo lo que nos sucede en la vida detona un montón de sensaciones, un montón de ideas, de pensamientos”, y de que han de compartirse para que trasciendan. Encontró en Cholula el espacio ideal para entablar diálogo entre la pluralidad de culturas que hoy lo conforman para enriquecernos como personas. Para ella “es muy lindo que exista esa apropiación del espacio público”, pues en las cosas que hacemos debe haber una apertura para integrar y tomar en cuenta todo lo que está a nuestro alrededor.
Guacamaya y Ecuador son la expresión de esa forma tan auténtica y desprendida de querer compartir. El festival ha sido tres veces el resultado de una ilusión muy cargada de ganas de que sucediera; la intención de disponer un lugar para que todos pudiéramos sentir lo que estaba sucediendo, para conectar con el entorno y para compartir con los demás: ser y hacer comunidad, convivir en una lógica de red que diluyera cualquier diferencia que pudiera existir entre seres humanos y hacerlo a través de esa vía común, universal, que es la música. El lenguaje, cree, es como una especie de cauce –o cauces, porque hay muchos lenguajes– que puede llevarnos a esos espacios y que puede, sobre todo, diluir esos distanciamientos.
Para Ana, ser mujer implica andar un camino de mucho abrirse espacio, de mucho enfrentar, soportar y buscar la manera de caminar junto y por encima de tantos miedos. Considera que “ser mujer en México es muy difícil por una situación muy básica: de supervivencia. El no poder caminar por una calle sola, tranquila, sin sentir que alguien te va vulnerar, me parece muy duro”.