Finos antojitos escultóricos

Una nueva forma de hacer y comer arte

Finos antojitos escultóricos

Por Alejandra López

Estoy segura de que el Instagram de la mayoría de ustedes se inundó hace unos meses de antojitos moldeados como perritos inflables de Koons y fuentes de Duchamp. Y es que ver piezas tan emblemáticas del mundo del arte hechas con algo tan cercano para los mexicanos como es la masa de maíz, no puede pasar inadvertido tan fácilmente.

La exposición (sí, fue una exposición) se llamó Finos Antojitos Mexicanos, y recién tuve la oportunidad de platicar con Dea López, curadora de la misma, para resolver algunas dudas que estoy segura a todos se nos pasaron por la mente, y traigo noticias: detrás de esas fotos que vimos y compartimos existen muchas horas de trabajo manual, de cocinas compartidas y todo un pensamiento duchampiano que le hace honor a una de sus piezas principales. 

Fue durante la pandemia cuando Dea contactó al artista César Ríos y lo invitó a explorar su proyecto de quesadillas escultóricas dentro de la residencia Co.merr en Oaxaca, la cual se especializa en la investigación de arte y comida, y todas las posibilidades comunitarias que esto pueda detonar. 

“En la residencia llevamos un acompañamiento curatorial; fue rebotar ideas y pensar en qué otras posibilidades tenía la obra y en dónde se podía insertar, en qué circuito. Esta pieza se había presentado antes en una galería, entonces, desde el proyecto de co.merr, no nos hacía mucho sentido que se presentara un arte comestible en un espacio en donde era básicamente esperar a que se pudriera”. 

Es por esto que Dea le propuso a César poner un puesto en la calle, saliéndose de los espacios más tradicionales y entendiendo que cada obra tiene un contexto distinto. “El intentar que todo entre en el mismo cubo blanco es conflictivo y transforma a la pieza en un objeto en vez de ser una serie de relaciones que va detonando”. Y es que como ella misma aseguró, en un momento histórico en donde objetos son lo que nos sobra, ¿para qué nos sirve seguir trayéndolos al mundo? ¿De qué nos sirve tener un objeto estancado en una sala si no está poniendo a discusión nada? 

Regresando a los Finos Antojitos Escultóricos, una pregunta que me surgió fue ¿por qué esas piezas en específico? Dea me contó que por una parte fue el hacerle burla a todo este mundo de lujos, convirtiéndolos en fritangas, llenándolos de grasa y entregándolos con un certificado de autenticidad que quedaba tan embarrado de guacamole, queso y crema que era imposible llevárselo. 

Por otra parte fue la experiencia propia del artista, cuya familia siempre fue dueña de fonditas, por lo que él creció compartiendo cocinas con su abuela y su mamá. Sostiene Dea que “estudiando la carrera de arte, [César] no entendía por qué de repente poner una caja de zapatos vacía en medio del Bienal está valuado en cinco ceros, pero toda la chamba manual que hace su abuela no. Por eso es que se escogieron las piezas de lujo y se hicieron fritanga, para contraponer estos dos discursos.”

Si alguien tenía la duda, en Oaxaca los precios de los antojitos iban entre los $15 y $45 pesos, cosa que cambió cuando se dieron cuenta del trabajo que era y todo lo que significaba llevarlas a CDMX, donde su precio fue de $100 la pieza. “ Yo me dediqué a freír, a hacer guacamole y frijoles, César a hacer las esculturas con herramientas de cerámica y a moldear todo el día. Sí es un rollote porque lo tienes que hacer un día antes por ser comida, sí nos dimos cuenta de que está pesada la chamba”.

Justamente, si algo he aprendido en Oca es que la cocina es un arte, pero ¿qué tan cierta es esta afirmación? ¿Cuál es el punto de encuentro entre estos dos? Al preguntarle esto a Dea ella me habló en primer lugar de la manera en que occidente jerarquizamos tanto la comida como el arte. Está el chef y las cocineras, el artista y el artesano, comúnmente concibiendo a la segunda persona de manera despectiva.

La comunidad alrededor del arte y la comida es otro punto de encuentro del que me habló y a mi parecer uno mucho más bonito. “Creo que el arte, por lo menos desde el punto de vista donde yo lo entiendo, y la comida, traen comunidad en sí”.

“La comida se comparte y el arte también”

Por último, Dea me contó que algo que nunca faltó y por lo que cree que la exposición se volvió tan viral es el humor. “Es más fácil que una persona entienda algo o se sienta identificado si se caga de risa, en vez de una actitud toda solemne y de respeto. Eso creo que ayudó muchísimo”.

Tranquilas, si ya están muriendo de ganas de adquirir una de estas piezas comestibles la buena noticia es que sí está entre sus planes tener otra exposición. “No queremos quemar la pieza por completo, pero sí queremos seguir haciendo presentaciones. El punto es no saturar la programación, que cada vez que se presente tenga su espacio”.

Además, para nuestra fortuna, la residencia de Co.merr tiene muchos planes en puerta, como la obra de la artista Salma Carbajal, la cual crea piezas que se pueden vestir a partir de la cocina de su abuela.

Esto es música para mis oídos, y estoy segura que para el resto de Oca también, porque si algo amamos es la comida y el arte, y qué mejor verlos convivir de esta manera tan emocionante.

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