Dear Painter, Paint Me

De Alberto Ibáñez Cerda

Se puede ser clásico y vanguardista a la vez. Se puede, cuando logras un diálogo entre la historia y la contemporaneidad a través del arte. Alberto Ibáñez lo sabe, sus cuadros lo dicen.

Fanático de la imagen, comentarista de sucesos por excelencia, después de más de 30 años “embarrando” cuadros, jugando con óleos, Alberto tiene una voz propia. Sus cuadros hablan por él. “No es que yo sea un fan y defensor de la imagen”,– aunque no tendría nada de equivocado afirmar lo contrario– “pero soy consciente de que abunda la imagen y creo que se le tiene que seguir analizando, criticando, para saber realmente cómo la estamos utilizando y cómo nos está afectando”, asegura. Su postura es clara: usar, analizar, y si cabe, criticar. Este proceso es para él casi metódico.

“Pepenador visual” lo ha bautizado Gustavo Ramírez, curador de Dear Painter, Paint Me, la actual exposición de Ibáñez que puedes ver en Capilla del Arte UDLAP; una compilación de obras de distintas series temáticas hechas por el artista a lo largo de casi veinte años. Cuando él pinta, dice Gustavo, no se está preguntando en qué género encaja su cuadro, simplemente está clavado en la imagen.

Existen diversas formas, tantas como personas, de leer e interpretar las series de Alberto. Dear Painter, Paint Me es el fruto de dos de éstas: la del propio autor y la del curador. Cada serie temática que Ibáñez trabaja está conformada por tres géneros históricos a los que recurre con regularidad para su construcción: el retrato, el paisaje y la naturaleza muerta. Sin embargo, la lectura de Alberto sobre su trabajo suele ser global, homogénea.

Por ello Gustavo, a pesar de seguir el proceso pictórico de Alberto de cerca, decidió tomar distancia con la intención de hacer una lectura propia de la obra, incluso de la trayectoria, del artista. Le propuso hacer una revisión de su trabajo para alcanzar una curaduría en la que las piezas pudieran interactuar entre sí, a pesar de su cronología. Ambos concluyeron que podían lograr, más que un discurso, una curaduría especial, una revisión del trabajo de Ibáñez a partir de los géneros históricos y de exhibir “las conexiones formales y conceptuales que van más allá de los proyectos individuales que conforman su producción.”

“Se pueden establecer relaciones visuales, temáticas y pictóricas a partir de los lenguajes que he usado, por el simple hecho de relacionarlos a partir de un tema tan sencillo como lo pueden ser estos géneros”

Y todo se condensa, cuaja, gracias a la museografía. Si bien la propuesta curatorial es tan sencilla que se diluye en los textos, toma toda su fuerza en la museografía: ahí es en donde se explaya.

Ibáñez se niega portavoz de una época, o de un espíritu, tal como lo propone Gustavo. Su quehacer artístico no tiene más pretensión que la de ser un comentario, ni siquiera una solución: un simple comentario. Cada cuadro de Alberto es su medio de expresar algo que ve, algo que piensa que necesita comunicar, que ha de decirse.

Alberto propone, influenciado por su contexto y por su humor. Conecta con una imagen que después reproduce a través de su arte, una labor que en ocasiones se extiende más allá de un solo proceso. Dialoga con la historia, pero a partir de una exhaustiva revisión de lo que pasó, incluso de lo está pasando. “De hecho creo que estamos en la etapa de un gran revisionismo en todos sentidos”, comenta. Para él, cada cuadro es una referencia de algo, semiótica básica, la función referencial: una operación fundamental del pensamiento humano que nos permite construir significado. Así, su intención deliberada es que la obra funja siempre como referencia, que al espectador remita a un suceso o una persona en específico.

El carácter nostálgico que se desprende de la contemplación de las obras que conforman Dear Painter, Paint Me es consecuencia de un acto, quizá inconsciente, de memoria.

Es decir, el efecto inevitable del trabajo de Ibáñez. La exposición es una invitación a la reflexión, a la lectura introspectiva y a la interpretación de la función de la imagen, “sobre cómo la construcción de ésta –tanto en su forma como en su contenido– si bien funciona en pro de los actuales cánones sociales e ideológicos, puede también ser reflejo de las diferentes maneras de enfrentar la realidad que vivimos, las cuales transitan entre lo que somos y lo que nos gustaría ser”, bien escribe Gustavo.

Recomendamos seguir el proceso metódico de Alberto: visitar Dear Painter, Paint Me, analizar y, si cabe, criticar. Porque Ibáñez no pretender reivindicar a la imagen, solo quiere darle su lugar. Porque no hemos entendido sus alcances, pero tampoco hemos querido analizar sus límites. Él sí.

Te puede interesar