Pero no todo son recuerdos. Para lograr una verdadera comida tixtleca se necesitan los insumos de aquellas tierras verdes que apasionan a Ana. Entre ellos, más de la mitad son traídos directamente de Tixtla. Cada 8 días puntualmente una camioneta viaja de Guerrero a Puebla para traer literalmente un cachito del corazón de guerrero; y entre esa lista de insumos se encuentran el maíz, la clave de su plato estrella: el pozole.
“Lo más representativo que tenemos, después del fiambre, es el pozole; para nosotros, en Corazón de Jaguar, es una tradición. Empezamos desde el jueves de pozole, el viernes en la noche también te puedes venir a cenar uno, el sábado todo el día hay pozole y terminas el domingo desayunando pozole.”
Y seguramente ya te estarás preguntando: ¿y qué tiene de especial el pozole de Corazón de Jaguar? Para empezar, es una receta diferente a la poblana. Aquí no le ponen lechuga, rábano ni queso. El pozole de este espacio es tan rico que no lo necesita, “tu limoncito, su chilito de pozole, su orégano, su cebollita y listo”. El secreto está en su maíz, el cual viene directo de los campos del sur.
Y así como el pozole, hay varias estrellas. Las Chalupitas Guerrerenses con carne deshebrada de cerdo o pollo, chile chipotle dulce, cebolla morada y salsa típica; el Mole Rojo estilo Guerrero, un delicioso mole que fusiona notas dulces con un toque picante; Tacos Ahogados con Consomé, rellenos de pollo con crema de rancho, queso, cebolla, aguacate, y ahogadas en consomé Jaguar —una mezcla de consomé de pollo con salsa de tomate verde–. Y para desayunar, Chilaquiles a la Cazuela, ahogados en salsa de jitomate.
Quienes vienen en busca de lo dulce, también hay para disfrutar. Entre sus postres les recomendamos su Panqué de Elote, receta de la casa; y nuestro favorito: el Chamuco Frío, un pan chamuco acompañado de nieve artesanal, fresca y reconfortante.
“Más allá de ser un restaurante más, quiero que esto sea una experiencia; que la gente que no tenga idea qué es Tixtla, que no sepa o que nunca haya oído o visitado Tixtla, tenga un pedacito de lo que yo viví.”
Para hacer de un restaurante una experiencia se necesita mucho más que una buena cocina. Ana deseaba no solo compartir los sabores de su ciudad, quería llevar la experiencia a otro nivel. Ana buscó desde el principio que todos vieran a Tixtla con sus ojos y vaya que lo logró.