El privilegio de la delgadez

Un conversación que tenemos pendiente

El privilegio de la delgadez

He estado sentada una hora enfrente de mi computadora pensando en cómo empezar este texto y no se me ocurre otra mejor manera más que diciéndolo claro y directo: el privilegio de la delgadez existe. Esto puede venir como sorpresa para algunxs y como obviedad para otrxs más, pero de cualquier forma es importante ponerlo en palabras para poder tener una muy necesaria plática al respecto. 

Yo soy una persona delgada, siempre lo he sido y puedo decir que los estándares de belleza y delgadez también me han atravesado. No fue hasta que vi fotos de Barbara Palvin, sí, la modelo “plus size”, en traje de baño que pude sentirme representada. Ajá, aunque fuera delgada, mi delgadez no se ve igual a la que nos hacen aspirar. Mis caderas son anchas, mi tronco corto y mis piernas definitivamente no son tan largas. O sea, verdaderamente nos enseñan que el cuerpo “ideal” es sólo uno y que si te sales un poco de lo que se cree que es, ya eres merecedora de otras etiquetas como en el caso de esta modelo, la cual, claramente no tiene un cuerpo grande. Esto lo cuento para dejar claro que de alguna manera estos ideales irreales nos llegan a todxs más allá de nuestro cuerpo. 

Ahora, que nos encontremos inmersos en esta cultura de la delgadez y sus consecuencias, no quiere decir que estas nos lleguen de la misma forma. De ahí la importancia de hablar y reconocer los privilegios con los que contamos las personas delgadas, sobre todo porque están tan normalizadas que ni siquiera nos damos cuenta. Por ejemplo, la experiencia de ir a comprar ropa para mi es cualquier cosa, sobre todo porque siempre hay una talla que me queda. Tampoco me ha tocado percibir que la gente juzgue lo que hay en mi plato sea lo que sea, ya que tampoco juzgan mi salud por el tamaño de mi cuerpo. Lo mismo con el ejercicio, hasta donde yo sé, la gente no me ha llamado “floja” solo por verme físicamente. De igual manera, nunca un doctor me ha diagnosticado mal basándose únicamente en que la cura de todos mis males es bajar de peso. 

Y así, la lista sigue y sigue. Me acerco más a los estándares de belleza actuales y me alejo más de encontrarme con algún asiento que sea demasiado pequeño para el tamaño de mi cuerpo. Todos estos son privilegios y sobre todo privilegios que no deberían de existir, así como que ser hombre no debería ser una razón para ganar más que una mujer que desempeña el mismo puesto.  

Todos estos ejemplos son situaciones que han vivido personas cercanas a mí, pero en cuanto a datos duros, cada vez más hay estudios que demuestran que el privilegio de la delgadez es real y no una queja de la generación de cristal. Por ejemplo, un estudio hecho por la Universidad de la Sorbona en París, revela que es tres veces menos probable que un hombre gordo encuentre empleo, a uno con su mismo currículum que esté en su peso. También, una investigación periodística de The New York Times documentó cómo las personas gordas suelen tener una peor atención médica ya que en la mayoría de los casos los doctores hacen diagnósticos erróneos atribuyéndole todo al peso. El Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación en la Ciudad de México (COPRED), por otra parte, reveló que la razón numero uno por lo que las personas se sientes discriminadas en la Ciudad de México es por sobrepeso. 

El mundo fue construido por y para un grupo de personas en específico. Ajá, hombres blancos, heterosexuales, delgados y privilegiados, por lo que no ser uno de ellos supone bastantes desventajas. Sin embargo, así como hablar sobre machismo ha traído algunos cambios positivos para las mujeres ( pocos pero algunos), creo que el hablar y reconocer los privilegios con los que contamos las personas delgadas también ayuda a poner sobre la mesa que hay toda una estructura que se debe de empezar a cambiar para que el mundo dejé de ser para unxs pocos. Unxs que muchas veces además, anulan o minimizan la experiencia de otros por no ser conscientes de los privilegios con lo que cuentan.

Hace no mucho me encontré con un tweet de Raquel Lobato (@raquelloba) que decía que el miedo a engordar, era el miedo a perder privilegios y creo que no hay mejor forma de explicar lo problemático que esto resulta. Nuestra decisión de subir o bajar de peso no debería de representar una consecuencia directa a nuestra calidad de vida.

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