Es el más antiguo, el más impactante, el que más monumentos tiene (más de 2000 registrados), el que más ha aguantado (batallas, terremotos, e incluso el olvido) y del que más memorias tenemos. El Centro Histórico lleva casi 500 años siendo el barrio por excelencia de Puebla.

Con una traza perfecta, sus edificios de estilo barroco, colonial, neo clásico, art decó o contemporáneo, lo vuelven una auténtica belleza, a tal grado que en 1987 fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Probablemente una de sus mayores cualidades sea la reinvención, y es que no ha habido época en la que el Centro no presente algo fascinante, algo que nos recuerde por qué Puebla es única.

Ha tenido muchas vidas. En esta edición queremos explorar la más reciente, esa que se ha dado desde hace un par de años y que lo ha convertido, una vez más, en uno de los núcleos culturales más importantes de la ciudad con el surgimiento de restaurantes, bares, galerías y tiendas que conviven con sus antecesores, con aquellos espacios que hicieron algo similar en décadas pasadas y que ya son parte esencial de la identidad poblana.

Conoce a los protagonistas de esta nueva etapa del lugar donde todo comenzó.

En primer lugar, es el encuentro de dos tradiciones gastronómicas: la mexicana y la española; pero también su diseño y la casa que los alberga (una auténtica joya del Centro Histórico con más de dos siglos de vida) representan el encuentro de dos generaciones, de dos épocas, del pasado y el futuro; y por último, una vez que vayas descubrirás que es el sitio ideal para todo tipo de encuentros: con los amigos, con la familia, con las personas que quieres. Y es que su ubicación lo convierte en el escenario perfecto para éstos: justo frente a uno de los mayores iconos poblanos y uno de los edificios más impresionantes: la catedral de Puebla. Créenos, no encontrarás mejor vista que ésta.

Cuando se visita Puebla, comer en Vittorio’s es prácticamente igual de tradicional que visitar el zócalo, que durante casi cuatro décadas, los ha visto crecer y convertirse en el lugar ideal para comer comida poblana e italiana en nuestra ciudad, o mejor aún, la combinación de ambas. Su pizza de mole o de huitlacoche son algunos de los ejemplos más claros, y son también los platillos con los que fueron pioneros en este tipo de mezclas.

Durante 38 años, el sello de Vittorio’s ha sido, además por supuesto de la calidad de sus alimentos, el servicio: aquí todo el mundo se siente en casa. Al probar este clásico entenderás por qué son parte del corazón de Puebla.

Una impronta es una marca profunda que deja en nosotros un recuerdo. En Le Crapaud esto es garantía ¿Cómo? A través de un menú construido con los sabores más emblemáticos de Francia: ya sea un exquisito Omelette Caprese, un Omelette Parisino o un Croque Madame para el desayuno; unas empanadas rellenas de escargot, un brioche de foie gras, una soup de oignon, un canard con un cassoulet de alubias o un rack de cordero para la comida o la cena, la experiencia que te llevarás aquí dejará una gran marca en ti. A lo anterior cabría sumar su amplia cava con vinos mexicanos, chilenos, argentinos, italianos y franceses. Su servicio, siempre centrado en la calidez hacia sus comensales, te ayudará a elegir el vino con el que podrás hacer el maridaje perfecto con tus alimentos y con el que termines de redondear tu visita.

“Nuestro principal objetivo es dar a conocer el Puebla auténtico a través de la mejor gastronomía local, de un espacio que refleja a nuestra ciudad, con un servicio muy profesional. Que seamos un orgullo de poblanos para poblanos”. Así describe Rodrigo Álvarez y Jiménez el trabajo que realizan en Casareyna, en donde en cada detalle se puede notar ese orgullo: desde sus interiores, decorados con talavera; pasando por toda la madera que forma parte del recinto (tallada a mano por el maestro Esteban Chapital); su servicio cálido y amable; hasta los platillos de su cocina, en los que lo tradicional y lo contemporáneo se balancean de forma exquisita.
Ubicado en el punto en donde se encuentran el Barrio de la Luz y el Barrio de El Alto, este hotel no sólo está más que consciente de la historia de nuestra ciudad, sino que ya es parte de ella.

Inspirados en las marisquerías de antaño y en la necesidad de un espacio para curar todos los males que vienen después de una noche de fiesta, Aldo y Humberto abrieron El Ancla en Cholula. A diferencia de los restaurantes que sirvieron de base para su concepto, este par diseñó una carta que brindara nuevas opciones dentro del menú típico de una marisquería. “Nosotros buscábamos hacer algo no tan aburrido y con un toque de Cholula, con cosas locales”, nos contó Humberto; así abrieron un espacio relajado, ideal para analizar la semana o para simplemente escaparse un rato entre sus ceviches, tacos, costras, empanadas o hamburguesas. El hecho de que ellos mismos sean quienes hacen todo (desde los alimentos hasta el mobiliario) hace que este lugar tenga una identidad tan particular como cercana. “Sin querer nos salió algo que a la gente le ha gustado y ojalá siga así por un tiempo”. Nosotros no dudamos que será por mucho, mucho tiempo.

Haz barrio. Esa es la propuesta de Restauro en todas sus facetas ¿Y exactamente cómo? Para empezar con su comedor urbano que trae lo mejor de La Noria –restaurante hermano que desde hace décadas ha brindado lo mejor de la cocina poblana– pero que también propone platillos más sencillos y accesibles y da como resultado un espacio para todos. Su terraza es ideal para experimentar uno de los callejones más representativos de Puebla: Los Sapos, que todos los fines de semana cobra una vida única.

Sin embargo, el verdadero secreto para hacer barrio desde aquí, son los cinco lofts que se encuentran en la segunda planta de esta imponente casa de estilo barroco. Su diseño, interiorismo y ubicación los hacen perfectos para cualquier persona: local, nacional o extranjera, que quiera vivir al máximo aquel que fuera el primer barrio de la ciudad, el que empezó todo.

“Un encuentro con nuestras raíces”. A través del arte, y durante más de 26 años, el Museo Amparo se ha encargado de recordarnos de dónde venimos, quiénes somos e incluso hacia dónde estamos yendo. Ya sea con sus colecciones permanentes de arte prehispánico, virreinal y moderno, o con sus exposiciones temporales sobre arte contemporáneo, fotografía, diseño y arquitectura, entre otros, el Museo Amparo es un recordatorio constante de nuestra propia identidad, un espejo en el que se puede ver la diversa y cambiante escena del arte nacional e internacional. Su ubicación no es casualidad: se encuentra a tan sólo unas cuadras del corazón de la ciudad, justo ahí donde la raíz es la más profunda de todas.