Una sopa rebelde por favor
Sobre cómo los libros de cocina nos ayudaron a obtener el voto femenino.

Por: Alejandra López
Sufragistas haciendo libros de cocina. Yo sé, esto puede sonar contradictorio y hasta absurdo, ¿qué no lo que querían las mujeres de este movimiento era tener más derechos civiles y menos responsabilidades domésticas? Lo cierto es que este grupo utilizó el humor, la ironía y algo que conocían tan bien como la cocina para impulsar su lucha y lograr su objetivo. Aquí el contexto.
Hace casi exactamente 173 años, en junio de 1848, los primeros brotes del movimiento sufragista surgieron en Seneca Falls, un pueblo neoyorquino en donde varias mujeres — y algunos hombres— se reunieron para celebrar la primera convención de los derechos de la mujer en el país. De aquí nació lo que se dice ser el manifiesto fundacional del movimiento feminista a favor del derecho a voto de la mujer. El sufragismo se extendió por todo el mundo y el resto, lo cual afortunadamente acabó siendo el derecho al voto femenino, es historia.

Pero regresemos a los libros de cocina. Para convencer a las personas de que se unieran a su lucha, las sufragistas utilizaron todos los métodos que tenían en sus manos para hacerlo, incluyendo un poco de su propia opresión: la cocina.
Desde escribir mensajes políticos en los libros como “danos el voto y cocinaremos”, hasta venderlos para recaudar fondos para el mismo movimiento. Estas mujeres vieron una oportunidad y vaya que la tomaron.
Recetas como “pastel para el marido de una sufragista que duda”, indica que el ingrediente principal es “una taza de leche de bondad humana y ocho razones” y se necesita “mezclar los ingredientes con guantes de terciopelo, evitando el sarcasmo, sobre todo con la corteza superior”. Lo sé, brillante.