No hay cine sin palomitas

Del momochtli a las palomitas con doritos

No hay cine sin palomitas

Las luces bajan, el sonido envuelve la sala y cuando la película comienza a proyectarse en la pantalla, te das cuenta de que el bote de palomitas ya está casi vacío. No te culpamos, todxs hemos estado en esa situación, las palomitas son adictivas y la verdad es que unx nunca sabe cuando parar. 

Actualmente es casi imposible pensar en una ida al cine sin un bote de palomitas a la mano, pero esto no fue siempre así. Para entender mejor este fenómeno, viajemos al pasado. El maíz, incluyendo a las palomitas, ha acompañado a los ahora llamados mexicanos por años. 

Según los registros del fraile Bernardino de Sahagún, en nuestro territorio ya tostaban granos de maíz; flores blancas y esponjosas que la gente en ese entonces llamaban momochtli y eran usadas tanto para comer como para celebrar a sus deidades. De hecho, en México existen 7 maíces capaces de hacer palomitas: chapalote, palomero toluqueño, arrocillo, maíz Nal-Tel, reventador, palomero de Chihuahua y palomero de Jalisco.  

Foto de Fundación Tortilla

El reloj jamás se detiene; nace la Nueva España y luego México se independiza, en 1895 se realiza la primera proyección cinematográfica y sin darnos cuenta, ya estamos en 1929. Estados Unidos de América se ve azotado por la Gran Depresión, una época en la que el dinero era cada vez más escaso. Fue entonces cuando el cine comenzó a volverse accesible para todxs, y se convierte así en la principal forma de entretenimiento de aquellas fechas. Y fue ahí cuando sucedió. 

Ya había puestos afuera del cine que vendían palomitas de maíz. La lógica era obvia: una botana fácil y barata de hacer, que al mismo tiempo resultaba en un producto al alcance de todos los bolsillos. Pero en cuanto los cines se dieron cuenta de su éxito, decidieron tomar el negocio de las palomitas. Ya para cuando la Segunda Guerra Mundial explotó, las palomitas venían de la mano del cine.  

Por desgracia esta botana cinéfila dejó de ser barata, por lo menos para nostroxs lxs consumidores, aunque eso sí, ni siquiera eso ha evitado que siga siendo imposible ir a ver una película sin pedir unas. 

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