La cultura del placer

Linguini Gamberoli e Gorgonzola

Existe un placer que no se menciona (ni se realiza) tan a menudo como debería: comer solos. El “mesa para uno” no debería de avergonzarnos, al contrario, es algo que habríamos de decir con orgullo cuando decidamos llegar a un restaurante a disfrutarnos.

Comer solos nos da un momento con nosotros mismos. Es poner una pausa al bombardeo de información del día y disfrutar de nuestra propia compañía. Considero que debería ser una de esas actividades que hacemos regularmente de nosotros y para nosotros, como cortarse el pelo o ver una película que nos gusta.

También es una gran oportunidad para conocer más personalmente a quienes están detrás de un restaurante. El mundo de la gastronomía es fascinante, pero el de los que lo hacen posible lo es aún más. Eso y que siempre mejorará nuestra experiencia conocer las caras de quienes hacen posible que el plato llegue a nuestra mesa.

La Piccola Nostra es el lugar indicado para hacer ambas cosas por dos razones: es uno de los mejores restaurantes que tenemos en Puebla y sencillamente no hay mal que una buena pasta no quite.

Existen al menos más de 400 tipos de pasta, y pareciera que una vez que empezamos a verlas observamos no sólo un mapa gastronómico, sino de emociones. El linguine, originario de la región de Campania, es absolutamente napolitano y mediterráneo por excelencia. Pero también, es una pasta sencilla, fácil de hacer y manejar y muy accesible. Geografía y emociones.

En la Piccola preparan varias versiones de este punto intermedio entre el espagueti y el fetuccine, pero si existe una que se acerca a ese abrazo que claramente necesitaba, es el Linguini Gamberoli e Gorgonzola, en el que esta pasta se mezcla con una salsa hecha con el queso originario de Milán y se corona con camarones. Un toque de parmesano, una copa de vino de la casa y listo, la pausa necesaria.

He escrito miles de cosas sobre La Piccola Nostra y las seguiré escribiendo. Porque es un clásico de Puebla y simplemente porque es un gran restaurante (por algo se convirtió en un clásico). El responsable de esto es Don Gino, una de las personas más interesantes del mundo de la gastronomía de Puebla. En una de las primeras veces que lo entrevisté hace algunos años, Gino me dijo que para él el servicio era de lo más importante, debía estar a la altura de la comida. Supongo que precisamente por esto comer aquí ayuda a sentirse mejor, y también, por eso este lugar lleva casi 30 años.

Cuando llegué no vi a Gino (en alguna otra ocasión también me comentó que jamás pidió que le dijeran “Don”, sin embargo la gente empezó a llamarlo así), pero sabía que eventualmente nos encontraríamos. Justo cuando terminé la pasta apareció frente a mí, haciendo el recorrido mesa por mesa que acostumbra. Nos saludamos y platicamos lo básico, nada extraordinario. Pero existe algo de reconfortante e incluso familiar en esas pláticas sencillas que sostenemos con las personas a las que vemos cada tanto. Es ese algo que nos dan quienes están en ese punto entre los conocidos y los amigos. Justo como el linguini.

Y esa familiaridad es mucho más necesaria de lo que creemos.

Gino Ruggiero.

La Cultura del Placer es una columna en la que nuestro editor elige una semana un coctel y otra un platillo que hacen de este mundo un sitio más exquisito.

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