Casa Besign 2019

un palíndromo de tiempo y diseño

Casa Besign 2019

Las casas son como las personas. Esconden cicatrices que la vida ha dejado sobre ellas, guardan sus secretos muy profundo y si el tiempo no ha sido lo suficientemente bueno con ellas, se vuelven celosas de su intimidad. Ese fue durante mucho tiempo el caso de la Casa Giacopello, o como muchos la hemos conocido durante años: La Casa de los Enanos.

Cerrado y dejando sólo entrever una parte suya, este recinto acabaría por convertirse en uno de los mayores misterios de nuestra ciudad ¿Qué había ocurrido ahí dentro? ¿Eran ciertas todas sus leyendas? ¿Por qué llevaba ese nombre? Mucha gente se acercaba a verla, pero parecía que nadie había hecho lo que Casa Besign consiguió en su segunda edición: escucharla.

Por primera vez, este edificio icónico de la ciudad abrió por completo sus puertas.

“Era como si la casa nos hubiera llamado, cada diseñador escogió su espacio de forma muy orgánica y de alguna manera, es como si la casa los hubiera escogido a ellos”, nos contó Penélope de la Madrid, quien junto con Olga Clemente inició en 2018 este proyecto, parte de la plataforma Besign y que demuestra otra cosa que nos platicó durante el recorrido: “hay gente que quiere hacer diseño en Puebla”.

Y para muestra los 23 espacios intervenidos por despachos de interiorismo y artistas, tanto de Puebla como del resto del país. Bajo la premisa de crear una “Timeless Experience”, la Casa Giacopello (nombrada así por los primeros dueños) es ahora “un portal en el tiempo” en el que conviven pasado y presente, pero también, el diseño, las leyendas y las historias que ha guardado tan celosa durante años. Hasta ahora.

Sumergidos en un bucle temporal

Una de las consecuencias de abrir un portal en el tiempo es que, en lugar de entrar a esta casa como normalmente se haría, se realiza una inmersión a otra era o a otro plano. Y se logra apenas cruzar la reja principal y encontrarse con un espejo enorme que refleja las escaleras de acceso y la tenue iluminación de la lámpara Avia diseñada por Zaha Hadid. Al fondo, un mural de Héctor López borra las líneas (¿o las vuelve a trazar?) entre el pasado y el presente, sirviéndose de una de las historias de guerra de uno de los Petersen, los segundos dueños de la casa.

“Desde este punto es claro que hay un misterio que, si no vamos a resolver, podemos al menos envolvernos en él.”

Los recuerdos y las energías que podrían haber quedado en la casa están presentes desde el inicio del recorrido, en la taquilla para ser más específicos. Luis Canseco y Armando Reyes son los encargados de este espacio en el que el primero se sirvió de una de las principales características del grafito: su brillo, que hace un inevitable juego de luces y sombras, similar a lo que ocurre con las memorias.

La habitación inmediata es posiblemente una de las más impactantes y en las que la leyenda pasa a ser (parcialmente) realidad: el cuarto quemado. Años después de que los terceros dueños de la casa –Rogelio y Carmen Rodríguez– la hipotecaran, su nieto y el entonces ocupante recibió una orden de desalojo. En lo que al parecer nunca se sabrá si fue accidental o provocado, un incendio casi lo mata y consumió este cuarto, parte de la casa, y curiosamente, sus escrituras. La artista Sary Haddad dejó la habitación prácticamente intacta (las marcas del fuego lo dicen todo) y con una pieza sonora genera una atmósfera que servirá para aumentar esa sensación de misterio y de estar sumergidos en un bucle temporal.

Posteriormente los visitantes se toparán con Camelia, un salón de té diseñado por Dosveintinueve que apuesta por una tradición ancestral pero con un diseño contemporáneo. A éste le siguen el Salón Fumador, diseñado por Luxorema, donde se combinan elementos originales de la casa como las puertas y ventanas con un diseño contemporáneo, transportando los antiguos despachos señoriales a su versión actual.

Una de las primeras zonas de transición se encuentra en el área intervenida por Laura Guerrero y Miguel Ángel Calanchini. Aquello que originalmente fuera un baño de servicio y el paso a la cocina es ahora un punto en el que la luz y los reflejos dan una sensación de infinito. “Obey Our Light” dice el neón de Calanchini mientras el reflejo en el piso da vértigo, haciéndonos sentir que caemos hacia el vacío. A un costado, un holograma que simula una fogata y al mismo tiempo alude a nuestro volcán, continúa con el juego de perspectivas de esta minúscula área.

Lo que fuera la cocina original de la casa es ahora una Cuarto de Niños intervenido por Graziella Zamora de La Presumida y en el antiguo comedor, Saúl y Moisés Pérez, en colaboración con Eduardo García Campos y su premiada silla Butterfly, buscan describir a través del diseño, las formas, los materiales y el color “a una mujer de forma poética”.

La intervención de Yamil Slim en las escaleras originales de la casa, que se mantienen intactas, sirve para demostrar que la casa es un palíndromo: Reconocer puede leerse en un neón que descansa frente a un espejo y que nos recuerda que el pasado y el presente se leen de la misma manera: igual al derecho que al revés.

Una vez subiendo se llega a la Recámara Intermedia, donde Espacio Interior nos recuerda que no sólo nosotros estamos admirando a la casa, sino que ella nos ve a nosotros. Un librero posicionado de forma intencionalmente incómoda obliga a todo aquel que entre a hacer una reverencia al enorme árbol de alambre de aluminio creado por Daniel Montalvo.

La habitación contigua a ésta sigue alimentando el misterio: es la única de toda la casa que permanece cerrada y a la que los propietarios pidieron que nadie tuviera acceso. En la parte exterior a ella piezas de Talavera de la Reyna despiertan la curiosidad por lo que pudiera haber dentro, en un ambiente diseñado por Angélica Moreno.

Si hasta este punto el sentido de fantasía no estuviera lo suficientemente acentuado, El Cuarto de la Niña, obra de Ábaka Interiores, lo lleva a otro nivel. Inspiradas por el concepto de micropsia o el denominado síndrome de Alicia en el País de las Maravillas, que cambia la percepción del tamaño de las cosas, una mesa con un juego de té desproporcionado, sillas y paredes con vegetación descontrolada y una instalación de Audino Díaz, en la que 4 mil lápices de madera hacen la función de follaje y plafón, y al igual que el mural exterior, desdibujan las líneas entre realidad y fantasía.

Casa Besign 2019

El segundo espacio de transición fue intervenido por Praxis arquitectura: el Boudoir y la Terraza. Ambos no sólo hacen especial énfasis en el pasado, sino que se sirven de sus materiales (puertas recicladas, un tapete patch work creado con trozos de tapetes antiguos, piezas vintage adquiridas en Los Sapos, tres enormes garzas hechas con acero residual que caminan sobre vidrio reciclado) para generar una reflexión hacia el futuro: “Reducir, reutilizar y reciclar”.

La Recámara del Niño le sigue con una intervención de Custom Control, Lighting & Living y Rodrigo Sordo. Y finalmente, el foaye (donde la gente se desvestía antes de pasar al baño) y los baños, donde Álvaro Lamuño busca que los asistentes se sientan parte del vitral –original de los años 60– que corona esta sección.

Pero el recorrido no termina aquí. Unas escaleras traseras harán descubrir dos áreas opuestas pero igual de fascinantes. Otro palíndromo si se le quiere ver así: la terraza diseñada por Colectivo MXTAD, en donde se encuentran el espacio de vinos Lazarus, la marca de muebles Cacao y el bar especializado en mixología, Mexsi 72.

Ahora que, si se toma el camino opuesto, descendiendo hasta lo más profundo (pasando un baño de servicio que se dejó intacto), en el sótano será posible encontrarse con lo que hemos traído en la cabeza todo el tiempo: la historia de la casa y sus habitantes. Un juego de luces, espejos y la obra de Amalia Buergo antecede a este punto, como para recordarnos que ahora somos parte de la historia de este lugar. Finalmente nos reciben fotografías de la colonia en sus primeros años, de la casa misma en un principio, de los Giacopello, los Petersen, los Rodríguez. De nuevo: la casa y su historia nos observan.

Un pozo de aguas sulfurosas pareciera exponer las entrañas de la casa a quienes pasen por ahí y precede a la serie de retratos que la marca francesa Ibride hizo para reinterpretar la historia de las familias que aquí han habitado. La tienda de la casa pareciera darnos la despedida, pero justo frente a ella se encuentra el espacio gastronómico que comparten los restaurantes Ágape y Maizal –del chef Daniel Nates–, cuyo diseño fue realizado por Samantha Alarcón de SA interiorismo.

Una vez fuera es importante recorrer los jardines y apreciar el trabajo de Diego García Noriega, Gabriela Ayón y Ana Morodo. Finalmente Porsche y la experiencia realizada por el Colectivo Senstory nos despiden de la experiencia.

Ya en la calle y viendo la casa cabrá preguntarse si hemos vuelto a nuestra realidad, o si nunca salimos de aquel portal abierto en el tiempo.
Te puede interesar